Cuéntame...

Abuelito Abuelito… ¡Cuentame la del faro!

Está bien, parece que te encanta esta historia, ven aquí a mi lado y volvamos a vivir otras vidas…

Hace tiempo, en una tierra que había tenido ya tantos nombres que nadie la conocía por el mismo, tras años de guerras entre arrogantes hombres y ambiciosos reyes, su población disfrutaba de la paz, las noches eran tan cálidas como las nuestras y tranquilamente se podían sentar al pie de la costa como nosotros,  viendo los barcos pasar, y la fresca brisa marinera podía mecer los cabellos al son del viento viajero.

Un faro adornaba la costa del extenso litoral de esas bellas tierras, era fruto de años de esfuerzo de un hombre al que llamaban loco y demás cosas indignas. Construyo un hermoso pilar blanco con su sudor, y como un gran abedul al cual han coronado las luciérnagas una bella cálida y reconfortante luz, esta luz era la esperanza de marineros pescadores y demás navegantes avistarla era estar en casa, mucho antes de que existiera salir al mar por la noche era aventurarse a no volver,  ya que no existía ninguna guía en el oscuro cielo nocturno más que la luna.

-          ¿pero entonces abuelo y las estrellas?

-          No había más luces en el cielo

Tanto en las suaves noches de verano como esta, como en las noches frías de invierno donde las tormentas azotan sin ninguna piedad las costas y el viento ruje como una manada de lobos, donde los barcos se resignan a la afilada muerte de las rocas, el faro guiaba a todos los errantes. El viejo loco no solo construyó una mole blanca con una luz encima, puso la luz de la esperanza, encendió la llama de la valentía abrió el mar a todas las almas que decidían que el mundo era mucho más grande.

Muchos años después un rumor corría por el pueblo, el viejo estaba enfermo,  tenía fama de excéntrico y aun habiendo hecho tanto por ellos nadie se atrevió a subir al faro para ayudarle, noche tras noche la luz del faro no se apagaba pero poco a poco iba perdiendo fuerza, una noche en la que el iracundo viento barría a todo cuanto se atreviese a salir a la calle el faro se apagó…

-          Anda acércame la pipa-

-          ¿Y qué paso abuelo?

-          Todo a su tiempo hijo mío, todo a su tiempo

Todo el pueblo contuvo la respiración, los barcos que se hallaban en la mar fueron cubiertos por una oscuridad absoluta al igual que los corazones de los marineros. Pero por increíble que parezca no estaban asustados por no volver a casa, en el pueblo las mujeres no lloraban por el regreso de sus maridos, todos se dieron cuenta realmente de lo que el viejo loco había hecho por ellos y todo lo que ellos no habían hecho por él.

Mujeres niños e incluso fornidos hombres lloraron por la muerte del viejo loco, pasaron dos noches  en las que los barcos no pudieron salir a navegar, durante la tercera noche alguien bajó del faro al pueblo, y todo el mundo quedo expectante, era un mocoso harapiento, conocido por todos por pedir en las esquinas, al parecer el joven acudió en la ayuda del viejo cuando ningún otro lo hizo pero no pudo hacer mucho por remediar la partida del dueño del faro. En cuanto llego al pueblo, la gente lo rodeo y lo acosaron a preguntas…

Pero el solo dijo que el viejo estaba loco, y que lo último que había dicho era que debía marcharse a construir en otra parte un faro que se pudiese ver desde cualquier parte del mundo. La gente se sintió idiota por haber llorado por semejante demente pero entonces el viento arrastro una jocosa nube nocturna y algo ilumino la noche, todos miraron al faro como si un milagro hubiese ocurrido, pero este estaba apagado. ¿de dónde entonces llegaba esa alentadora luz?...

Arrastrados por la arrolladora curiosidad continuaron buscando con sus vistas por la costa por si fuera un barco o cualquier otra cosa, hasta que sus miradas se fijaron en el cielo, una luz intensa y brillante, como una mancha luminosa en el lienzo negro de la noche,  el viejo lo había conseguido, el fuego había renacido en todos los corazones, la luz guía ardía de nuevo y tan alta y brillante como nunca.

Quien podría haberlo imaginado, un faro en el cielo… era increíble. Desde entonces cualquier valiente marinero o aventurero que quisiera podía lanzarse al mar sin ningún temor porque siempre tendría un faro que le indicase le vuelta a casa.

-me encanta abuelo-

-por eso siempre te digo que cualquier luz, tiene derecho a dejar de brillar, una noche dos o tres, sin embargo tarde o temprano estará llamada a volver a guiar a otros corazones, hacia su casa, más fuerte y brillantes que la vez anterior-

A todas esas luces que a veces por muchos motivos se apagan, para todas esas personas que en cualquier momento de su vida sienten la necesidad de dejar de brillar… tenéis tres noches, y en la tercera estoy seguro como de que hay un faro en el cielo, que volveréis a brillar fuerte y que volveréis a infundir vuestra luz en todos los que os rodean.

Dulces sueños, nunca dejéis de mirar al horizonte…

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