Caminamos distraídos
Y solo paramos el tiempo para mirar atrás
La vejez perpetúa
Toda una generación con una sensación de pérdida perpetua, sin embargo, no sabría decir que.
La necesidad del retorno a ningún lugar pues de ningún lugar procedemos
La eterna deriva de la duda que como la marea barre cada planteamiento anterior y al tiempo nos trae antiguas y saladas heridas
Los recuerdos como la necesidad imperiosa con la que en invierno recordamos y ansiamos el óseo calor del verano.
De ese verano que nunca vuelve porque nunca existió
Estamos bañados de continuo por los aromas de la melancolía
Nos dolemos de cicatrices que nunca ocurrieron
Y tememos ataques que nunca se dan
Es la espera infinita de lo que nunca será
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