La Ley de Strokes

A un hombre que no tiene nada que perder nada le importa, sin embargo, un hombre con miedo a perder es predecible, hará lo necesario para no tener que enfrentarse a la situación de pérdida.  El hombre peligroso es el que está perdiendo, es como un tigre recién encarcelado, aun se afana por golpear los barrotes, pensando ingenuamente que cederán. El hombre en proceso de pérdida es como un avión en barrena, si no consigue estabilizarse o algo lo frena, caerá y caerá.  

Perder es algo muy humano y sin embargo no logramos acostumbrarnos, la mente está hecha para creer en un para siempre, el propio instinto de supervivencia nos impulsa a ello, hay que vivir, vivir, vivir, continuar, no hay lugar para perder, el final es el fracaso del impulso. Estamos rodeados de finales y sin embargo es la pieza que más cuesta encajar, una estulta bruma nos ciega nos hace casi imposible asentar la evidencia de que el tiempo se acaba. Sería imposible gestionar una vida así, despidiéndonos de cada segundo, pero en ocasiones es necesario atraer la idea a la luz y aceptarla. Una idea que no tiene por qué ser desagradable, una idea que puede ser conciliadora.

Sin embargo infinito, para siempre… existen palabras para definir términos que no podemos conocer, que aluden a constructos imposibles, aun así, nuestro cerebro las acepta. El mismo cerebro que pertenece a los límites de lo material y por lo tanto tiene un tiempo finito. Como reza un famoso libro convertido en una mejor película “Si el tiempo vivido es largo, el índice de supervivencia se reduce prácticamente a cero” hola soy el cerebro de Jack y no puedo entenderlo.

Aun así el camino andado se puede desandar y tarde o temprano por unos instantes, días, horas, meses, o años comprendemos que se termina, que todo acaba, y dejamos libertad de marchar, situaciones… personas… el final entendido como el cierre no catastrófico, si no pacífico, como el siguiente paso hacia lo que no sabemos, a trascender a seguir creciendo, crecer, crecer, crecer. Crecer en los otros. 

Cuando perdemos, solo hay dos opciones, liberarnos, despedirnos y continuar o caer pero siempre hay una velocidad límite, no se puede caer infinitamente, porque todo tiene un fin como este texto, que termina aquí. 

Share this:

CONVERSATION