Algunas heridas

Cada vez me cuesta más recordarlo, pero creo que antes no era así, tal vez sea que nos llega a todos esa racionalidad, o que el miedo a pesar de lo paradójico que pueda sonar nos va ganando terreno a medida que crecemos…

Cada vez me suena más lejano, pero antes el pasear por la vida no era cómo visitar un desván o un sucio trastero, olvidado por el mismo tiempo, donde a izquierda y a derecha solo se ven juguetes rotos, algunos simplemente cansados, otros gastados y también una pequeña parte de ellos maltratados a conciencia, cómo quien rompe las piernas de alguien para que no pueda andar.

¿Quién no enseño a jugar a esos niños? ¿por qué razón juegan mal?, tal vez no exista una explicación clara, tal vez tengamos que recurrir a ese manido y amarillento tópico de – Son niños-, deben explorar la vida probar con las distintas emociones… experimentar…

El gran problema es que no son solo juguetes de niños pequeños y en edad de experimentar lo que encontramos… también hay objetos de personas más adultas y estos están a un peor… No quisiera ofrecer una visión pesimista ni negativa de la vida, pero es cómo pasear por los restos de un perpetuo naufragio, o cómo esos típicos puntos negros de la carretera, por muchas señales que pongan siguen siendo un imán para los accidentes. Es verdad y un hecho evidente que todos tenemos nuestros fantasmas, nuestros demonios, nuestros pasados, pero no todos estamos en ese desván, es verdad que con todos nosotros han jugado, con más o menos ímpetu, con más o menos fuerza, a veces dañándonos, con más o menos intención.

Pero ¿Quién no enseño a jugar a esos no tan niños? ¿Quién no les mostró a que sí machacan sus juguetes ya no podrán jugar mañana? Y ¿Por qué lo siguen haciendo pese a ver las consecuencias? Son esos típicos niños que terminan jugando solos… Yo sé que hay una luz, yo se que en alguna parte estas tu, que sabes cómo jugar, que conoces los pasos de este baile, sé que no has perdido la esperanza de que entre todos esos viejos recuerdos hay cosas que merecen la pena, por que cómo dice la fabula, hasta un reloj parado, da la hora bien dos veces al día

Yo sé que hay una luz, y la veo más clara todavía y esa luz emana de esos juguetes que aprendieron a ser su propio artesano, su propio juguetero, aprendieron a zurcir los rotos y a encajar las piezas aprendieron que para volver a jugar, debían tenerlas todas juntas.

Porque solo cuando caemos somos conscientes de nuestro peso, porque solo cuando nos volvemos a poner de pie, recordamos nuestra altura.

Share this:

CONVERSATION